lunes, 21 de junio de 2010

La cajita.

Hoy se me acercó, lo que se podría llamar, una loca de la calle.  Llevaba un velo azul oscuro con diseños de flores tintas que le cubría todo el cabello y llegaba hasta la parte posterior de sus rodillas. Un vestido verde musgo tapaba su cuerpo desde donde nace el busto hasta la mitad de sus muslos. Bajo él, se adivinaba, no llevaba nada. Virginalmente descalza se detuvo frente a mi, y separando un poco las manos me preguntó: ¿La caja?. Yo sonreí un poco nervioso y negué con la cabeza. Insistió: ¿no has visto la caja?. (sus manos como digo estaban separadas por unos 20 centímetros y cada vez que decía "la caja" las movía de arriba abajo y viceversa). Imitando su gesto, inconcientenmente, le pregunté: ¿Qué caja?.  La cajita, ¿no la has visto?. No. Contesté sintiéndome terriblemente culpable e inutil por no saber donde estaba esa cajita que sus ojos de niña extraviada buscaban. Ella meneo la cabeza como acostumbrada a la resignación, bajó las manos y siguió de largo. En ese momento pude apreciar toda la indumentaria que describo al principio, y viéndola así de espalda brillando con el sol de la tarde, con todos sus contornos vibrando mientras se alejaba. Me di cuenta, que había conocido a Pandora.

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