Con la mano en alto y en ella un cigarro encendido lo vi hundirse lentamente en el mar. Cuando el extremo ardiente del cigarro llegó al nivel del mar, en lugar de apagarse, brotó de él, descomunal, cual escupitajo blasfemo, un chorro incesante de lava hacia el cielo. Columna de rojos, naranjas, y destellos negros.
Y aún antes de que su impulso pierda fuerza, y se estrelle deshecha contra el rostro del mar, al rededor de esta torre del infierno se erigió; inmediato, seguro, antiguo; un volcán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario