Pero tú ya lo sabías. Con una sonrisa me dejaste descender desnudo hacia el mar. Las gaviotas paseaban absortas en la arena, dejando sus huellas a merced de las olas. Yo avance ligero, tan, que ni huellas dejaba, yo corrí lejano, tan, que ni las gaviotas se enteraron. El mar, tu ya lo sabias, quedó, bajo mis pies, intacto.
Entonces voltee, por primera vez después de tu sonrisa y ahí estabas aún sonriendo, tan cansada pero hermosa. Y el mar se extendía para mi. Yo quise volver, apretujar tu sonrisa, besarte. Pero tu ya lo sabías, el mar me seduciría, la infinitud, ah! la leve infinitud vencería a la gravedad de tus labios.
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